El derecho a la intimidad cuando tienes 15 años y eres sorda
Hace unos pocos meses, empezamos un nuevo proyecto de investigación y trabajo sobre sexualidad y discapacidad con jóvenes sordos en Tierra del Fuego (Argentina) junto al Ministerio de Educación de esa provincia. En el primer encuentro, les propuse a los jóvenes que nos ayudaran a identificar un tema (solo uno) que tuviera la importancia y la sensibilidad suficiente como para permitirnos explorar juntos la vulnerabilidad de los adolescentes sordos en relación a la sexualidad y pensar alguna estrategia de cuidado. Después de algunas dinámicas y reflexiones compartidas, el tema escogido fue “la intimidad”.
Mi propuesta era pensar juntos las aristas y significados que se ponían en juego para ellos en relación a ese tema y luego identificar un mensaje que ayude a llamar la atención y dé algunas pautas de cuidado. Finalmente, elaboraríamos un material para comunicar ese mensaje otros adolescentes y jóvenes sordos, usando sus propias redes y organizaciones.
Me volví a sorprender al reencontrarme con las aristas complejas y delicadas que tiene la cuestión de la privacidad para las personas sordas.
Obviamente, al ser la lengua de signos una lengua primariamente visual, la comunicación está a la vista de todos y es difícil encontrar formas de conversar en privado.
Pero además, este grupo de jóvenes me enseñó algo que no sabía, a través de anécdotas e historias de su infancia. Por ejemplo: que la puerta de sus cuartos permanece casi siempre abierta, como una forma en que la familia se asegura el contacto visual con ellos. De esa manera, dicen sus padres, ellos pueden ver cuando alguien sale de la casa o cuando es ya hora de venir a la mesa para cenar. Esto, obviamente, les impide a los niños y adolescentes sordos tener el mínimo de resguardo e intimidad que necesitan cuando quieren estar a solas en su habitación.
Escuché muchas historias como ésta, que ilustraban situaciones cotidianas y que en algunos casos se extendían hasta el presente. Como cuando están en el baño y las personas abren y entran directamente, asumiendo que de todos modos ellos no oirían si se golpeara a la puerta.
Trabajamos alrededor de estas historias, buscando la manera de generar un registro de lo que es privado y debe resguardarse de la mirada y la curiosidad de los otros.
La seña que se utiliza en Argentina para decir “intimidad” es muy bonita: la mano derecha “atrapa” una palabra a la altura de la boca y luego la guarda, en un nido que hace la otra mano a la altura del pecho.
A lo largo del taller, también revisamos materiales de otros países, buscando ideas e inspiración para pensar algo que sea a la vez original y anclado en una experiencia y una sensibilidad mas grande que la nuestra.
Los jóvenes optaron por crear una historieta en la que se presentan las imágenes de un “zoom”: primero una casa, luego un cuarto, luego unas cortinas y por último la imagen de una niña, acompañadas por la frase “Es importante respetar tu intimidad” en lengua de signos. Al final de la historieta, aparecen una serie de recomendaciones que incluyen “Habla con tus maestros y con tus padres”, “Busca ayuda si la necesitas”.
Pero lo más impactante para mi, ocurrió cuando se hizo la prueba de la versión inicial de este material con otros adolescentes y jóvenes sordos. Ese ejercicio tenía como objetivo verificar si otros jóvenes (también sordos) podían entender lo que estaba relatado a través de la historieta y si se interesaban a partir de eso, en iniciar una conversación y reflexionar acerca del derecho a la intimidad.
En la primera prueba, participaron 4 jóvenes sordos. De estos cuatro, tres no conocían la forma de decir “intimidad” en lengua de señas. Al no tener la palabra (el signo) para decirlo en su lengua, menos aún tenían el concepto de “intimidad”. Son necesarias las palabras, para pensar algunas cosas.
Con los tres se desencadenó un intercambio muy movilizador e interesante. No solo aprendieron un signo muy útil para ellos, sino que se plantearon también la necesidad de hablar sobre este tema con sus pares y con su familia.
Una de las muchachas, de 15 años, nos pidió la historieta para llevarla a su casa. “Siempre quise decirle ésto a mi padre”, nos contó.
El único participante de la prueba que reconoció la seña de “intimidad” tiene 29 años. Soltero, buen mozo, este joven sordo trabaja en un empleo público y vive con sus padres. Estuvo muy cómodo conversando con nosotros acerca del tema que se abordaba en la historieta y muy abierto para hablar acerca de su intimidad y contarnos cómo cuidaba de ella.
Sin embargo, hacia el final del encuentro, comentó que había un aspecto de su intimidad sobre el que aún no había conseguido el respeto de sus padres: ellos cobraban su sueldo, manejaban su cuenta bancaria, administraban su dinero y decidían en qué podía o no gastarlo.
Para este joven, el mensaje “respetar la intimidad”, se dirigía a otro terreno. El territorio no menos íntimo ni menos erógeno de su economía privada.
Nota: Esta experiencia se lleva adelante en el marco del Programa de Educación Sexual Integral del Ministerio de Educación (Argentina) con apoyo del Ministerio de Educación de Tierra del Fuego y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Gracias a todo el equipo del Programa de Educación Sexual Integral y de Educación Especial de Tierra del Fuego por la oportunidad de recorrer juntos este camino.
Gracias a Analía Rosales por participar en las fotos y a Samanta Uria por realizar las pruebas del material en Ushuaia y compartir sus observaciones.