Instrucciones para escapar al destino de una virginidad eterna
Algunas reflexiones más a partir de la película española Yes, we fuck, que fué nuevamente presentada por la Red META de Uruguay.
Angelitos: Como sabemos a partir del psicoanálisis y también de Foucault, la sexualidad, el género, son siempre construcciones, es decir, implican más bien un punto de llegada que un punto de partida. Es necesaria una arqueología del sujeto y de su biografía para comprender cómo ha llegado cada uno a ser mujer u hombre, o trans o disca o “angelito”. En cada persona, una serie de operaciones y peripecias entrelazan lo social y lo subjetivo. Pero ¿qué pasa cuando no se visualiza un puerto hacia el cual dirigirse en este recorrido? ¿Qué camino es el que no ofrece un horizonte y parece conducir entonces, lánguida y desesperadamente, hacia una virginidad eterna? ¿Qué hacer con la curiosidad polimorfista y con el afán del cuerpo por conseguir placer, cuando el sujeto se encuentra inmovilizado? Y, sobre todo, ¿qué tipo de dispositivos y agenciamientos (familiares, institucionales, comunicacionales) actúan y construyen el laberíntico espacio donde se dirimen, y con frecuencia se neutralizan y normativizan estos asuntos?
La sexualidad de las personas con discapacidad nos invita a una arqueología que tome lo fenoménico público (infantilización, represión, abuso sexual, protección, sobre protección, hipertrofia del acting) y lo privado (casi siempre freak e inhibido) sin banalizarlo, como oportunidad para nuevos aprendizajes y reflexiones.
El erotismo disca toma la palabra. He comprobado a lo largo de muchos años de trabajo junto a la red META[1] y otros colectivos juveniles inclusivos que este tipo de arqueologías e interrogaciones se ve fuertemente beneficiada cuando encuentra, convive y (sobre todo) cuando reconoce en el lugar de interlocutores a personas que escapan a los estereotipos “clásicos” de la discapacidad. Como se ha venido planteando en varios espacios de pensamiento crítico e interdisciplinario[2], se trata de darle la palabra no a los “expertos” sino a sujetos capaces de hablar en primera persona acerca de su diferencia.
Se puede comprobar entonces, al escapar de la lástima, las pedagogías especiales y la engañosa “empatía”, que las personas con discapacidad tienen una contribución enorme para hacer (en la medida que puedan decir). El interés por su palabra radica en que ocupan una posición única desde la cual revelar y cuestionar las ficciones, ironías y descalabros con que se hace referencia a lo “normal” y lo “diferente”. Es a partir de sus miradas que podremos también “colocar la discapacidad entre comillas e interrogar las realidades que habita, y que a su vez la habitan”. E interrogarnos (¡por fin!) acerca no de lo que las personas con discapacidad pueden aprender del erotismo sino sobre lo que el erotismo puede aprehender de la discapacidad y de la diversidad funcional.
El visionado de la película Yes, we fuck (documental dirigido por Antonio Centeno y Raúl de la Morena, 2015) logra acercarnos un poco a la voz de esta experiencia. Sin embargo, la arqueología que nos interesa va más allá del fucking.
El arte de escapar a la asistencia. Evidentemente, cualquier persona es capaz de tener sexo sin sentir amor. Sin embargo, a nadie le es posible acceder al amor sin pasar antes por algo que es del orden de lo sexual, y en consecuencia de lo personal y subjetivo. Lo sexual es condición del amor, pero no viceversa.
Quizás por ello las dificultades más frecuentes que encuentran las personas con discapacidad en este terreno tienen que ver con lo amoroso. Tienen que ver con obstáculos que derivan de una frecuente deserotización, escrita a lo largo de su biografía por las miradas angustiosas y el rechazo incómodo con el que conviven. Por el trato que reciben y les infantiliza y manipula. Por las múltiples situaciones sociales en las que se reprime su deseo y su curiosidad sexual.
En algún sentido, Yes, we fuck banaliza la experiencia de estas dificultades, focalizándose excesivamente en testimonios acerca de la tarea que realizan los asistentes sexuales. La asistencia sexual, ha venido expandiéndose como un tipo de servicio que brinda apoyo a personas impedidas de explorar su cuerpo, masturbarse, conseguir posiciones o movimientos sexuales por sí mismas. El énfasis en esta forma de asistencia (en parte vinculado al contexto europeo donde fue realizada la película) ha encontrado un eco acrítico en ámbitos académicos, institucionales y hasta gremiales de nuestra región, donde el acceso de las personas con discapacidad a la asistencia sexual viene siendo analizado como una prioridad emergente.
Por mi parte puedo asegurar, porque lo he escuchado de muchas personas jóvenes con discapacidad con quienes convivo y a quienes escucho hablar de estos asuntos desde hace algunos años, que en la mayoría de los casos lo que les inquieta no es acerca de cómo o dónde acceder a asistencia sexual. Sus preguntas se dirigen hacia cuestiones más comunes y terrenales ante las que se sienten poco preparados: la ilusión de una pareja, la posibilidad del abandono, los encuentros y desencuentros tan a menudo difíciles de discernir que caracterizan la experiencia del deseo humano. Amar, sufrir e incluso andar sin pensamientos, supone contar con herramientas subjetivas y sociales no siempre disponibles.
Mas allá de su mirada quizás un poco externa a la experiencia que narra, Yes, we fuck viene a decirnos algo sobre una forma de la belleza que se revela con fuerza en todos los testimonios. Este modo de la belleza que podríamos llamar “coraje”, expresa la humanidad maravillosa y audaz de un erotismo que ha sobrevivido a todo tipo de dificultades.
[1] https://metajuvenil.wordpress.com/
[2] Recomiendo especialmente el trabajo que llevan adelante psicoanalistas, filósofos y personas con discapacidad en el Instituto de Estudios Críticos 17 de México https://17edu.org/area/discapacidad/