Tragicómico
Escribí estas notas a propósito de la presentación del libro “Judíos” del humorista Sergio Langer en Montevideo.
Lo salvaje en la verdad
Conocí a Langer personalmente hace muy poco, pero sigo su trabajo desde mucho antes, a partir de los aquelarres que generaban sus dibujos en el correo de lectores de “Barcelona” y de su maravillosa tira “clase media”.
Lo que pasó durante varios meses en el correo de lectores de Barcelona por ahí del año 2008, era una version pré-Charlie Ebdo y quizás pre “relatos salvajes” (es decir una versión muy argenta) de una experiencia en la que es posible ver cómo lo que separa el humor de la verdad (y en consecuencia de la locura) tiene el espesor de una tela de cebolla. El problema con la verdad, cualquiera lo sabe, es que suele no ser muy amable.
Durante aquellos días, Langer publicaba unos dibujos fuertemente provocadores, que denunciaban la invasión israelí a Gaza. Sus paisanos de la cole escribían a Barcelona tratándolo como al peor antisemita del cono sur… y los antisemitas, escribían también pero parándose sobre los dibujos de Langer para ir más lejos y pedir a gritos que alguien acabe de una buena vez con los malditos hebreos. Era bastante gracioso, si no fuera a la vez bastante desgraciado.
“En una broma se puede decir hasta la verdad“, escribe Freud. De hecho, el recurso que usamos al decir “lo dije en chiste”, suele ser un artilugio para desmentir precisamente esa implicancia; la de una verdad que puede ser dicha como mentira, a través del chiste.
En “el chiste y su relación con el inconsciente” Freud dice que hay en el chiste una función a la vez des-acralizadora y de descarga pulsional. El chiste nos permite meternos con cosas que de otra manera serían reprimidas, protegidas por el velo de lo sagrado o la prohibición que resguarda un tabú. Con lo reprimido y lo tabú solo se jode a condición de que parezca en joda.
El humor de los judíos
Hay un libro entero de Teodoro Reik, el psicoanalista austríaco discípulo de Freud, dedicado a hacer un psicoanálisis del humor judío. Allí lo que dice Reik es que el humor judío viene a des sacralizar el padecimiento de los judíos. Y que en este sentido, el humor cumple una función apaciguadora. Es una función del lenguaje, por la cual conseguimos separarnos del dolor o –dicho en freudiano- elaborar el dolor y tolerarlo así un poco mejor.
Hay que decir que Reik no se hace demasiadas ilusiones sobre el alivio que es posible esperar del humor, y lo compara con el de “un abanico en un momento de sofoco”. El humor produce un alivio más bien breve, muy semejante también al que obtienen algunas personas descargándose en los foros y correos de lectores.
Si Reik presenta el humor (con Freud) como un recurso con que cuenta el psiquismo para paliar el sufrimiento y lo compara con un abanico, Lacan nos hace pensar en una canilla que pudiera dejar pasar una cantidad soportable de angustia. Siempre es difícil reconocer la medida que somos capaces de soportar, pero tiene que haber en algún lugar una canilla o quizás una cortina con determinado espesor para que la luz que entra no resulte intolerable. De allí la idea lacaniana de las sesiones cortas, para cortar o correr una cortina.
Esta función aliviadora del chiste la podemos relacionar con uno de los elementos esenciales que nos permitirían identificar un buen psicoanalista: se trata de alguien que tiene sentido del humor.
Los británicos, que tienen un humor al que Freud no dejó de admirar, han desarrollado una tradición interesante alrededor de esta función de alivio que hay en lo cómico. De hecho existe en inglés una expresión que hace referencia al comic relief o “alivio cómico”. Este concepto de comic relief parece aludir también a cierto carácter leve del alivio. Los británicos lo utilizan para promover organizaciones de ayuda del tipo de los “payasos sin fronteras” o la misma www.comicrelief.org que apoya acciones de humor y diversión para niños en situaciones de hambruna o de desastres naturales.
Por alguna razón, el humor judío tiene su fama. Sin embargo, me pregunto si existe un “humor judío” en el sentido de un territorio al que pudiera ponérsele limites y bandera. Quizás lo que hay es un humor hecho por los judíos a partir de su experiencia, de sus costumbres y peripecias. Y también de sus arquetipos: los rabinos, las “idische mames”. Por ejemplo, ¿ por qué las madres judías no toman alcohol? Porque no quieren que nada interfiera con su sufrimiento. O bien, el conocido: Isaac llama por teléfono a su madre: ¿Hola mamá, todo bien? Si hijo, todo bien! Huy, perdón, equivocado.
Hay una escena en Tevie el Lechero de Scholem Aleijem, el escritor y humorista judío nacido en la pobrísima Perislav (Rusia) en la mitad del siglo XIX, que muestra quizás la esencia del humor a lo judío. El pequeño pueblo donde Tevie vive con su familia, ha sufrido durante la noche un nuevo y devastador pogrom. Los soldados del imperio ruso atacaron las casas de los judíos, destruyeron medio pueblo y lastimaron a todos. Con las primeras luces del día, Tevie sale de su casa y camina junto con sus vacas por las callecitas de tierra del stetl, mientras mantiene con el dios una conversación en voz alta, de hombre a hombre, mirando al cielo y le dice: Señor….ya sé que somos el pueblo elegido….pero por una vez, ¿no podrías haber elegido algún otro?
El humor de los judíos tiende a burlarse de sí mismo y aunque suele ser bastante escéptico o parecer triste, nunca es desesperado ni agresivo. Es un humor extraño, que a veces pareciera “reír para no llorar”. Enseña así que la vitalidad de las personas puede expresarse en su capacidad para tomarse en broma a sí mismas, sin encubrir sus flaquezas y temores, desdramatizando sus debilidades, ironizando sobre sus dogmas y verdades favoritas, enfrentando con un último brillo de optimismo los momentos de mala suerte o de frustración. En este sentido, el humor ha sido principalmente una forma del arte y de la cultura judías, una de esas tablas de salvación a las que las personas se aferran para soportar momentos difíciles o disfrutar los acontecimientos comunes de la vida.
No es un humor cínico, porque eso implicaría una fuerza pesimista y al judío le gusta ser crítico pero no le cabe ser pesimista. Un humor de ese tipo, critico pero cínico y pesimista, podría ser quizás un humor judeo-uruguayo. Es decir, un humor que cultive la crítica pero se vaya al final para la melancolía darky yoruga y termine hablando de la muerte y la depresión colectiva. Este humor es un poco el de Leo Masliah, que es judío, crítico, pesimista-darky y yoruga.
Ydishe Kop (cabeza de judío)
El rabino brasilero Nilton Bonder habla del Ydishe Kopp (“cabeza de judío”) en un libro maravilloso, llamado “El secreto judío para resolver problemas”. El “Ydishe kop” refiere a un manera de ser, de estar y de pensar que trae siempre que puede, una mirada distinta, una opinión extranjera, a menudo insólita o inesperada.
Bonder explica cierta destreza particular (que es característica en el humor judío) que tiene la cabeza judía para utilizar un mecanismo que llama de re-contextualización. Según Bonder, se trata de una fórmula de escape del lugar del padecimiento y el sofoco y reaparición en un lugar imprevisto. El ydishe kopp juega con este efecto de re-contextualización por el cual se realiza un súbito cambio en el encuadre de la situación y hace emerger un efecto que viene con frecuencia de un lugar que no es el de la razón: lo inesperado, lo paradójico, lo insólito que se esconde en toda experiencia.
Esta posibilidad de alterar el juicio a través del sinsentido, se encuentra en una costumbre judía muy extraña que consiste en decir “mazaltov” (buena suerte!) cuando alguien tiene un traspié relativamente menor, por ejemplo rompe un plato o trastabilla con un pequeño escalón. Allí hay un ejemplo de lo que Bonder llama re contextualizar: al decir mazeltov, los judíos celebran el pequeño accidente como un aviso: “ahora sabes que estás distraído y podrás evitar un accidente de mayores consecuencias”. Esta costumbre, que parecería ser una “cargada” a aquel que tiene un accidente, se utiliza en la tradición judía para destacar que todo podría haber sido peor.
Es conocida la ceremonia que en las bodas judías celebra el acontecimiento con un pisotón y el destroce de una copa, al grito de mazaltov, señalando así la fragilidad de lo que se une en matrimonio y lo fácil que puede hacerse trizas.
Este recurso a lo insólito que utiliza el ydishe kop para tratar la adversidad y re contextualizar lo cotidiano, consiste según Bonder no en una “sabiduría”, sino una “acumulación de masa crítica”. Podríamos parafrasear a Woody Allen en su formula “tragedia + tiempo = comedia”, y decir “tragedia + masa crítica = iddishe kopp”.
La tragicomedia y Langer
Como dije al comienzo, hay una suerte de relatos salvajes en este libro de Sergio Langer. Yo no diría que se trata de un libro de “humor negro” sino de un libro de humor salvajemente argento y también judío en la medida que es a la vez divertido y trágico.
Se trata a lo largo del todo el libro de una risa acerca de lo que “no nos debería hacer reír” como la risa de la angustia, la risa contagiosa de los niños o la risa en los velorios.
Al leerlo, me recordé lo que enseña Lacan en el Seminario de la ética, que “comedia y tragedia están hechas de la misma sustancia”. Lacan dice que la comedia no es lo contrario de lo trágico, sino una manera de aproximarnos a lo trágico. De hecho, la clínica psicoanalítica se la pasa demostrando por la vía de lo no-serio (los chistes, los errores, los sueños) el encuentro con lo más íntimo de la sustancia humana, la experiencia trágica de la vida. El inconsciente, diría aqui, es tragi-cómico.
No me sorprendió encontrar en Judíos un enorme interés por los héroes y los súper héroes, porque no hay tragedia sin héroe o super heroe. En varias entrevistas, Langer recuerda que muchos de los creadores de súper héroes son judíos y que por ejemplo Súperman estaría inspirado en Moisés. En Judíos aparecen los super héroes de Langer, su tío Iasha Baron, el soldado que enfrentó a los nazis en Stalingrado y Simón Wiesenthal, el cazador de nazis, su súper héroe favorito.
Pero el aspecto quizás más inquietante de este libro, el punto más radical de la re contextualización que hace de la experiencia de Sergio Langer con la tragedia judía, está en la elección del dibujo de tapa. Esta estrella amarilla, uno de los símbolos emblemáticos del nazismo, re contextualizada como emoticón alegre y bailarín.
Me parece bastante expresivo estar aquí hoy, celebrando estas estrellitas amarillas a pocos metros del puerto de Montevideo, adonde llegó hace casi 70 años su madre, la vida, huyendo de un campo de concentración, en Ucrania.
Lacan dice que en la comedia, lo que nos hace reír no es tanto que la vida triunfe sino que se escape. Para el psicoanálisis, la vida no triunfa nada, no tiene chance de ganar. La vida es gran looser. Pero lo que consigue a veces “la vida” (hablamos de ella como si fuera otra, “la vida es ella”) con un poco de suerte o años de análisis, es escapar, re contextualizarse. En las poéticas palabras de Lacan, “la vida se desliza, huye, escapa a todas las barreras que se le oponen”. Huye de un espanto que conocemos bien, que también nos pertenece y al que pertenecemos, al que podemos llamar el lugar, digo el hogar humano.
Es cierto entonces que si bien la vida algunas veces escapa, lo hace de un modo tragicómico pues al tiempo que escapa, se nos escapa. Y en medio de esa huída, es capaz algunas veces de contarnos un chiste, o producir efectos como éstos, garabatos, monigotes, estrellitas amarillas que logran escapar y re-contextualizarse en un libro de humor. Y a propósito de ésto, hay algo nuevamente muy personal en el hecho de estar hoy presentando estas estrellitas amarillas a pocos metros del puerto de Montevideo, donde llegó la madre de Langer hace casi 70 años, huyendo de un campo de concentración en Ucrania.
“Judíos” nos sumerge en una tensión permanente entre la carcajada y un scream a lo Edvard Munch o como dijo un amigo al leerlo, “no sabes si está bien reírte, te quedas pensando qué hacer”. Hay cosas solo podemos reírnos porque el chiste lo hace otro, aunque lo pensemos nosotros. En este caso, el chiste lo hace Langer. La culpa queda (judaicamente) de su lado y eso es de agradecer por todos.